En un minuto de cordura

Hoy te quiero como idiota, como un grito del alma, sordo, perdiéndose apenas antes de llegar al primer maldito cerro del camino de aquí a tu casa. Sería capaz de romper cualquier estupidez que haya escrito antes de hoy que no dijera lo mismo, justificarme para qué? Te quise como un enfermo, es mentira cualquier otra frase escrita con más calma. No quiero pensar antes de escribir esto, te quise desde el primer día, lo supe años después pero te quería, que hacer con eso? Rompí todo lo que me quedaba de joven esperando que el tiempo volviera, y no sirvió ni ser paciente, ni el reloj al revés, ni golpear la puerta esa. Y tú nada. Llévame a un lugar seguro, aléjame de todo esto, muestra un poco de la ternura que te sobra y que baja por los mechones de tu pelo que no amarraste probablemente hoy como no lo hiciste nunca, desde el principio, desde la tarde en la alameda en que fumabas y una voz me decía “Es mi hermana”. Dios mío, me preguntaba siempre, quién inventó tu cintura. Ahora el tiempo como siempre se estira y se recoge para molestarme. Estabas tan linda la tarde de Diciembre, bastaría averiguar un poco para saber si fue Martes o Viernes, aunque a esta altura da lo mismo, era Diciembre y fumaste en una banca sola, mi niña, qué fui para ti desde ese día más que un conocido, te quería como se quiere un cuadro colgado de la muralla de la tristeza. Una mujer mirando por la ventana, mirando para siempre, para siempre dándome la espalda. Podría borrar cualquier estupidez escrita hasta ahora como podría borrar esto, o dejarlo todo, porque todo es mentira y a la vez me hiere porque todo es tan cierto que nunca supe con qué palabras podía explicarse.