Lugar y Tiempo
Anoche soñé contigo. Lo cierto es que te apareces, de vez en cuando, en uno que otro sueño al que al otro día intento no darle ese trasfondo pueril, romántico y repetido. Pero anoche te soñé a ti, tú eras el sueño. Tú y tu pueblo que de alguna manera eres tú, y que de otra forma que no conoces fui yo, anacrónico y despistado, invisible entre tu gente que como nosotros no entendía que ahí empezaba esta historia, que tuve que llegar ahí, cruzando cerros, acompañado de tanta belleza triste, preguntándome para qué y cómo se había cruzado ella como un doliente puente hacia lo que había buscado toda mi vida: tú y ese pueblo, que en el fondo son lo mismo, o que eran lo mismo en este sueño en que yo era un habitante más y recorría esas calles como si fueran mías y saludaba a esa gente, buscándote, como si me hubieran visto crecer, aunque en el fondo mismo de esta verdad nuestra, tú entiendes y yo sé que así fue.
Así como te buscaba en ese sueño, eras en aquél tiempo que no se quiere ir de mis recuerdos, pequeña y soñadora, demasiado hermosa para mirarte de frente, a los ojos, porque tenías la belleza del equívoco, de elegir la puerta sin paso atrás, de la verdad que no se podía decir. Y recuerdo que en ese pueblo eras mi novia y no sabías, y te vi una vez dormida, hacia abajo, con tu pelo enredado en la espalda, mientras tus ojos recorrían de lado a lado un apacible sueño. Y otra vez en la misma casa mientras dormías en un sofá, en plena tarde de verano y dejé caer una flor al lado de tu boca, porque no iba a estar contigo cuando despertaras. En ese pueblo yo debí ir contigo de la mano, calle abajo, en la noche más tranquila, o descubriendo los caminos de tierra y noche secreta entre los cerros, a la luz de esas estrellas donde faltaba tu pelo, y tú entera para esperarme. Tú vas vestida de uniforme, y es así como sé que eres una mezcla de lugar y tiempo, que te quiero ahí y en esos años, que me haces falta hace unos siglos que tendrán que ponerse al día. Que tendremos que recorrer, sin apuro, de la mano, aquellas calles de brisa y tierra, de día y de noche, bajaremos por la informe plaza, mientras nos mira comentando el infaltable gentío, caminaremos la curvada calle, sin apuro cruzaremos el puente y llegaremos por la ancha avenida de álamos a nuestra casa donde, sin temer el crujido de la madera cómplice de la escalera, entraremos diez años más jóvenes a tu habitación pequeña. Ahí tendidos, uno al lado del otro, sólo tomados de la mano, nos recordaremos uno al otro hasta que un golpe de sol y de verdad nos despierten.
Así como te buscaba en ese sueño, eras en aquél tiempo que no se quiere ir de mis recuerdos, pequeña y soñadora, demasiado hermosa para mirarte de frente, a los ojos, porque tenías la belleza del equívoco, de elegir la puerta sin paso atrás, de la verdad que no se podía decir. Y recuerdo que en ese pueblo eras mi novia y no sabías, y te vi una vez dormida, hacia abajo, con tu pelo enredado en la espalda, mientras tus ojos recorrían de lado a lado un apacible sueño. Y otra vez en la misma casa mientras dormías en un sofá, en plena tarde de verano y dejé caer una flor al lado de tu boca, porque no iba a estar contigo cuando despertaras. En ese pueblo yo debí ir contigo de la mano, calle abajo, en la noche más tranquila, o descubriendo los caminos de tierra y noche secreta entre los cerros, a la luz de esas estrellas donde faltaba tu pelo, y tú entera para esperarme. Tú vas vestida de uniforme, y es así como sé que eres una mezcla de lugar y tiempo, que te quiero ahí y en esos años, que me haces falta hace unos siglos que tendrán que ponerse al día. Que tendremos que recorrer, sin apuro, de la mano, aquellas calles de brisa y tierra, de día y de noche, bajaremos por la informe plaza, mientras nos mira comentando el infaltable gentío, caminaremos la curvada calle, sin apuro cruzaremos el puente y llegaremos por la ancha avenida de álamos a nuestra casa donde, sin temer el crujido de la madera cómplice de la escalera, entraremos diez años más jóvenes a tu habitación pequeña. Ahí tendidos, uno al lado del otro, sólo tomados de la mano, nos recordaremos uno al otro hasta que un golpe de sol y de verdad nos despierten.
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