3 A.M. ...........OTRA VEZ
Justo en una noche de lluvia estamos tú y yo dentro de este automóvil, tal como imaginé tantas veces, yo conduciendo sin saber donde llevarte y tú en tu eterno silencio, mirando hacia delante o a tu derecha preguntándote qué haces ahí. Porque sé que te preguntas eso es que no me miras, mientras trato de encontrar disimuladamente en la radio una canción de las que escucho siempre, para ver si dicen por mí lo que estoy seguro que no supe decir años atrás – “Confundo a Dios contigo a veces….” se escucha en un fondo de guitarra - y que tal vez no seré capaz de decir hoy mismo, en la ansiada última oportunidad por la que rogué tanto a ese dios que confundí contigo. Así sin rumbo bajamos por la alameda y te pregunto si quieres un cigarro, y como sé la respuesta doblo de repente, sin aviso a estacionar frente a los árboles de esta alameda que rodea de un juvenil verde tu antiguo colegio. Este es el momento exacto en que entiendo por qué debía estar lloviendo, y debían ser casi las 3 de la mañana y por qué no había otro estacionamiento donde detenerse.
Entonces empiezo la misma historia imaginada tantas veces, el cuento de la niña rubia que al lado de la banca sin sentarse fumaba sola, aquella que era observada detenidamente por un perdido que no fumaba en ese tiempo, y que no había visto nada más hermoso hasta ese día mientras se preguntaba que había hecho mal para no poder acercarse a semejante misterio que tal vez no vería nunca más, la misma que se volvió minutos más tarde un presagio de mal tiempo cuando apareció esa otra voz tan cercana, irremediablemente cercana a ti.
Mientras te cuento todo esto espero que no llegue el momento en que me digas que no quieres oír mas, pero como ese momento no llega te señalo las bancas donde observador y observada no imaginaron nunca este encuentro diez años tardío; mientras tú solo fumas y miras sorprendida de mi buena memoria y no dices nada porque estás entendiendo que desde ese día todo esto estuvo demás, pero cómo decírmelo si sigo tan amarrado como un enfermo. Entonces ahí recurro a las vueltas de la vida, y al quién habría imaginado que han pasado diez años y estás igual, aunque sólo sea en este sueño repetido; recurro a las frases de qué habría pasado si, y al final a todo tipo de voltereta imaginaria que te haga pensar un poco aunque no quieras decirme nada.
En ese momento se acaba tu cigarro y miro el mío que está apagado y como era el último, me quedo mirando los árboles mojados por esta lluvia sin tregua. Miro la alameda unos segundos más con el dolor agudo no sé donde, y descanso un poco de mi mente y ya no pienso en tu ausencia. Y miro el asiento al lado mío que otra vez está vacío y sé que algún día estarás ahí y escucharás todo esto, y otra vez como fue en Noviembre no me dirás lo que temía sino que nos preguntaremos qué hacemos con esto y con ella y con todos. Entonces dejo de mirar sin fondo y repaso en las cosas que no recordé esta vez pero que cuando vengas conmigo no olvidaré por ningún motivo, porque serán las cosas que nunca dije. Después de eso echo a andar el auto, y me voy rodeando calles sin destino, triste otra vez pero más completo, porque ya varias veces te he dicho en mi mente todas estas cosas y sé que aunque tus oídos no sepan que las estoy diciendo, de alguna manera tú y yo las estamos esperando.
Entonces empiezo la misma historia imaginada tantas veces, el cuento de la niña rubia que al lado de la banca sin sentarse fumaba sola, aquella que era observada detenidamente por un perdido que no fumaba en ese tiempo, y que no había visto nada más hermoso hasta ese día mientras se preguntaba que había hecho mal para no poder acercarse a semejante misterio que tal vez no vería nunca más, la misma que se volvió minutos más tarde un presagio de mal tiempo cuando apareció esa otra voz tan cercana, irremediablemente cercana a ti.
Mientras te cuento todo esto espero que no llegue el momento en que me digas que no quieres oír mas, pero como ese momento no llega te señalo las bancas donde observador y observada no imaginaron nunca este encuentro diez años tardío; mientras tú solo fumas y miras sorprendida de mi buena memoria y no dices nada porque estás entendiendo que desde ese día todo esto estuvo demás, pero cómo decírmelo si sigo tan amarrado como un enfermo. Entonces ahí recurro a las vueltas de la vida, y al quién habría imaginado que han pasado diez años y estás igual, aunque sólo sea en este sueño repetido; recurro a las frases de qué habría pasado si, y al final a todo tipo de voltereta imaginaria que te haga pensar un poco aunque no quieras decirme nada.
En ese momento se acaba tu cigarro y miro el mío que está apagado y como era el último, me quedo mirando los árboles mojados por esta lluvia sin tregua. Miro la alameda unos segundos más con el dolor agudo no sé donde, y descanso un poco de mi mente y ya no pienso en tu ausencia. Y miro el asiento al lado mío que otra vez está vacío y sé que algún día estarás ahí y escucharás todo esto, y otra vez como fue en Noviembre no me dirás lo que temía sino que nos preguntaremos qué hacemos con esto y con ella y con todos. Entonces dejo de mirar sin fondo y repaso en las cosas que no recordé esta vez pero que cuando vengas conmigo no olvidaré por ningún motivo, porque serán las cosas que nunca dije. Después de eso echo a andar el auto, y me voy rodeando calles sin destino, triste otra vez pero más completo, porque ya varias veces te he dicho en mi mente todas estas cosas y sé que aunque tus oídos no sepan que las estoy diciendo, de alguna manera tú y yo las estamos esperando.